En Bélgica existe el debate desde 1879,
fecha de la primera «guerra escolar» provocada porque el ministerio de
Educación decidió eliminar la asignatura de religión (católica
exclusivamente entonces) y sustituirla por la de «moral no confesional».
Aunque la obligación de impartir una u otra está escrito en la
Constitución, la discusión no ha llegado a su fin. Por ahora los alumnos
están obligados a elegir entre la asignatura de moral no confesional o el estudio de una de las cinco religiones reconocidas por
el Estado (católica, protestante, ortodoxa, judía e islámica). Se
estudia en Primaria y Secundaria, dos horas semanales y las
calificaciones cuentan para la nota media.
Son las comunidades religiosas respectivas quienes escogen a
los profesores, aunque los colegios tienen autonomía para aceptar a uno
u otro.
La presión de los sectores laicos es cada vez más fuerte en
contra de la asignatura de religión en la escuela pública, y
específicamente en contra de la católica. Las fechas de las vacaciones
se programan cada vez con más distancia del significado religioso de las
mismas (el Viernes Santo no es fiesta o, según como caiga, tampoco el
de Nochebuena (o solo medio día). Los signos religiosos están prohibidos
en todas las escuelas públicas.
El tratamiento específico, sin embargo, resulta muy
diferente en los colegios públicos, donde predomina el laicismo, y los
privados, que suelen ser mayoritariamente católicos y tienen todavía una
fuerte influencia en la sociedad belga.
El debate actual se centra en la posible sustitución de ambas asignaturas por una única de filosofía que englobe la «historia de las ideas religiosas»,
aunque jurídicamente resulta complejo y por el momento no se ha llegado
a un acuerdo en la comunidad de lengua francesa de Bélgica.
En Flandes sí están más cerca de unificar en Secundaria las dos asignaturas en una denominada «concepción de la vida» (Lebensbeschowuelijke Wakken), que no se vincula formalmente con la clase de Filosofía.
Por Enrique Serbeto, corresponsal en Bruselas
ABC
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